Dulcemente se ha posado en mí la melancolía. Se ha abrazado a mi pecho, estrujando mi esperanza, dejándome una sensación de hastío y de vacío. Mi retina se ha llenado de ti, humedeciéndome tristemente mi pupila, dando a luz una lágrima de sal que resbala colmando, cada poro de mi rostro, de amargura. Cae la tarde, y resuenan las campanas recordándome tu ausencia. He decidido olvidarte...
... pero no puedo.
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