Qué dulces fueron
los besos que me robaste
aquella madrugada,
qué agria la despedida
cuando decidiste alejarte
dejando desnuda mi alma.
Qué ayer más poblado de vida,
qué hoy más desierto,
más muerto,
más frío,
qué Nada...
Qué vacío, vida mía,
cuando me despierto
y no te encuentro en mi cama,
cuando al buscarte en mis sueños
sólo encuentro oscuridad,
y al despertarme asustado y solo,
tengo que echarme a llorar.
Y en mi llanto abrazo el sueño,
y en el sueño, un despertar
en ese mundo incierto
donde te vuelvo a encontrar,
en ese mundo de sueños,
en el que nada es realidad,
que se asemeja a la Muerte
porque siento allí la Paz.
Por eso quiero pediros:
no me despertéis jamás.
© 2010 Santiago Alonso - Todos los derechos reservados
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