sábado, 19 de mayo de 2007

El marco que me regaló

Una noche más, me siento solo ante el espejo incierto de la noche, su claridad me asusta y veo mi reflejo distorsionado en el cristal. Apuro la última gota de una copa de vidrio barato y miro extraño el marco que me regaló. Camino tambaleándome al extremo más olvidado de mi habitación y dejo caer mi cuerpo rendido sobre el sofá. Rendido mi orgullo también se desploma sin fuerzas contra mis manías. Busco entre mis recuerdos un teléfono con contestador y escucho su último mensaje una vez más. Intento despejar de mi mente su mirada y encontrar un reproche que calme mi culpabilidad. Abrazo el aire buscando su perfume y muerdo mi labio rasgando su piel al encuentro del beso más amargo. Escucho en el silencio sus razones y comprendo de nuevo su inevitable marcha. Al fin mis ojos se cierran y regreso a su encuentro con mis mejores galas. Duermo. Al despertar Morfeo me da la bienvenida y encuentro en sus palabras ironía. – No vas a ser capaz de recuperar el tiempo. – Ya lo sé. Sé que no seré capaz, pero lo intento. Sigo durmiendo. Su voz me indica el camino y mis pies aletean un momento. Quiero alcanzar el recuerdo que persiste percutor en mis neuronas. Enfrentarme a él de una vez por todas. Y salvarla a ella, de mi cruel venganza. Sigo durmiendo y siento que mi corazón se calma. Abro los ojos y la soledad me embriaga. Mi habitación desnuda, violada mi esperanza, y este dolor intenso que me va rompiendo el alma. Mi corazón cabalga mientras el cuerpo descansa y voy sintiendo agonía y temblores sin palabras. Por fin el veneno, de la copa vestimenta, ha llegado a mis entrañas para arrancarme la pena. Me estoy muriendo por dentro y sin embargo su espera, me sigue haciendo heridas en el sentimiento de veras. De mis fuerzas apagadas exprimo el último aliento y abrazo su retrato, con el marco que me regaló, contra el pecho. Duermo.




© 2007 Santiago Alonso - Todos los derechos reservados

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